Inaugurados el 18 de julio de 1965 en el Stade de la Revolution de Brazzaville (Congo), los I Juegos africanos habían tenido que superar enormes obstáculos para ver la luz a causa de la situación colonial del continente. En la sesión del COI de 1923 Pierre de Coubertin propuso la celebración de unos Juegos que impulsasen el deporte en África. Se designó para la primera edición en 1925 Argel pero, ante la oposición interna, las autoridades francesas desistieron pasando el proyecto a un país independiente, Egipto (que participaba de forma autónoma en los JJ.OO. desde 1920 habiendo logrado medallas (y títulos) en halterofilia, lucha o saltos de trampolín).
El rey Fouad de Egipto y su hijo Abbas Ibrahim Ali eran dos apasionados del deporte y tenían un dirigente de gran valor, el antiguo sprinter de origen italiano Angelo Bolanacci. Se retrasó para 1929 y se construyó en Alejandría un magnífico estadio sobre el emplazamiento del antiguo estadio de la época del de la época helenística ptoloméica. Sólo Abisinia y el Marruecos español se inscribieron en el plazo establecido, mientras británicos y franceses cambiaron al final de postura, temerosos de despertar el nacionalismo entre sus colonizados. Los egipcios celebrarán en ese complejo deportivo los I Juegos Mediterráneos en 1951.
Franceses e ingleses organizaban campeonatos escolares de los que salieron figuras como los saltadores de altura Adegboyega Adedoyin (príncipe nigeriano), olímpico británico en Londres-48, o el chadiano Mahamat Idriss, olímpico por Francia en Roma-60. Desde 1960 se organizaron los Juegos de la Comunidad francesa, con atletas de la metrópoli y de los dominios africanos. En el estadio malgache de Tananarive destacaron el velocista Abdou Seye o el triplista Pierre William, ambos senegaleses.
En 1961 pasaron a llamarse Juegos de la Amistad para acoger en Abidján a dos países anglófonos, Nigeria y Liberia. Seguían participando franceses de la metrópoli pero brillaron africanos como el senegalés Amadou Gakou (futuro finalista olímpico de 400m), el saltador de altura congoleño Henri Elendé o el jabalinista chadiano Elie Yanyambal.
La segunda edición (Dakar 1963) acogió a 21 delegaciones, entre ellas Egipto, Argelia y Ghana, y hubo algunas pruebas femeninas. Francia fue derrotada en casi todas las carreras –relevos incluidos- por atletas de toda África: Koné (C.Marfil) 100m, Ejoke (Nigeria) 200m, Gakou (Senegal) 400m, Issa (Chad) 800m, Gammoudi (Túnez) 5.000m, Ameur (Argelia) 3.000m steeple y Serr (Senegal) 400m vallas, pero también en altura (Idriss de Chad) y longitud (Brakchi de Argelia), salvando los galos el honor en los lanzamientos. Rose Hart de Ghana se llevó los 100m femeninos.
Los franceses se apartaron por fin y en julio de 1965 se inauguraron en Brazzaville los I Juegos africanos aunque no sin sobresaltos pues el presidente del COI Avery Brundage –del que lo menos que se puede decir es que era un recalcitrante ultraconservador con tintes supremacistas- amenazó con suspenderlos si no se admitía a Sudáfrica. Finalmente su postura quedó en minoría en el propio COI ya que los springbooks estaban excluídos del movimiento olímpico desde 1964. Cuarenta años después de lo previsto se podía cumplir el sueño de Coubertin: por primera vez la juventud de casi todo el continente negro se reunía en un gran evento polideportivo. Pero eso… será otro capítulo
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