Ayer, 28 de agosto a las 11:47 (4:47 de la madrugada aquí) en la pista de Daegu se produjo un hito de la historia del atletismo, pero que la trasciende. El protagonista fue un sudafricano de 24 años, Oscar Pistorius. Y no por sus posibilidades de batir el RM o ganar el oro, sino por ser el primer atleta con una seria discapacidad física que ha competido con atletas no discapacitados en una competición del máximo nivel. Nacido sin peronés y con ambos pies amputados cuando tenía 11 meses, Pistorius corre con las prótesis de carbono Flex-Foot Cheetah (diseñadas por una compañía islandesa, con un costo de 35.000 dólares).
Este muchacho de 24 años, apodado con justicia Blade Runner, tiene tres récords mundiales para discapacitados (100, 200 y 400 m) y cuatro medallas de oro en los Juegos Paralímpicos de 2004 y 2008. Hace tres años no logró la mínima para los Juegos Olímpicos. Sin embargo, el 19 de julio de este año, completando una vuelta a la pista en 45''07, obtuvo su billete para el Mundial de Daegu.Mientras la mayoría de los deportistas con discapacidad aspiran sólo a competir en los Juegos Paralímpicos, con un seguimiento que varía entre la indiferencia y la caridad, Oscar Pistorius –un hombre sin pies- se encuentra en primera línea de un Mundial absoluto y su hazaña casi ha eclipsado a la gran estrella del mismo (aunque éste ha hecho méritos extradeportivos para recuperar las portadas).
Oscar Pistorius ha descubierto sorprendido que otros atletas le envidian por tener tornillos en lugar de tobillos (la mezquindad humana no tiene límites). Algunos, como Angelo Taylor, lo han declarado públicamente: “…no te lesionas, no puedes sufrir fascitis plantar ni te puedes romper el tendón de Aquiles; tú, si se te rompe una pierna, te pones otra y ya está". No hay nada como los momentos sin guión escrito para desvelar las miserias humanas.
La polémica, que no remite en el caso Pistorius. divide a la comunidad deportiva. En 2008 la IAAF se opuso a su participación en Pekín, apoyándose en un informe de la Universidad de Colonia que concluía que “…la carrera con las prótesis Cheetah es un tipo de locomoción diferente a la carrera con piernas; esta locomoción saltarina (sic) se asocia con un menor costo metabólico”. La IAAF impidió su participación en base a la regla 144.2 que prohibe “…cualquier dispositivo técnico que incluya resortes, ruedas o cualquier otra elemento que dé ventaja a un atleta sobre otro que no la utilice…”. Muchos estudiosos cuestionaron la poca profundidad del estudio (algún "experto" ha llegado a afirmar que Pistorius puede tener una ventaja de hasta 12 segundos, es decir que sería un atleta realmente de 58.0 ¡amos, anda!). Al anular la decisión de la IAAF, el TAS señaló que el estudio era parcial e incompleto y, sobre todo, señaló que la integración de los deportistas con este tipo de prótesis debe ser considerado como "uno de los retos de la vida en el siglo XXI".Y es que la respuesta al caso de las prótesis de Oscar Pistorius, el de los límites del uso de la tecnología en el deporte, una vez más no es científico, es ético: ¿pueden estas prótesis “mágicas” considerarse una ayuda no lícita, algo así como un “dopaje tecnológico”?
El coraje y el carisma de Oscar Pistorius, combinado con el protagonismo de la alta tecnología, hace de él un verdadero héroe de los tiempos modernos, el último avatar de la dualidad hombre-máquina, el último eslabón de una línea que nos interroga desde Ïcaro hasta los cyborg, pasando por los robots. Y nos recuerda a todos los retrogrados de la historia del deporte: los que no admitían a "trabajadores manuales" en sus competiciones amateurs, los que excluían a los "negros y otras razas inferiores", los que se oponían al deporte femenino, los que prohibían los calcetines de colores en el ciclismo, y tantos que hubo y habrá...
Creo que hoy no calibramos aún la trascendencia de que una persona con una seria discapacidad (de nacimiento, además) pueda medirse con atletas sin ninguna distinción. Al parecer algunas marcas ya han sabido verlo y esperan convertirlo en símbolo de sus productos.
Con graves problemas de futuro y una alarmante falta de figuras, más allá de Bolt, la IAAF – a pesar de su aparente oposición a participación del sprigbook- sabe que le ha tocado la lotería en un campeonato sin público en el estadio y sin apenas seguimiento televisivo. Por su parte, Oscar, que ya está en semifinales con el 14º tiempo de los 24 participantes, ya sabe que su nombre está en la historia, no del atletismo, en la Historia de la humanidad –con mayúsculas- como, salvando las comparaciones, los Owens, Jackie Robinson, Eugenio Monti, Muhammed Alí, Martina Navratilová o Bosman.
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